Por Astor Ledezma
El éxito de un movimiento político, por lo menos en México, se mide por su capacidad de reacción en las calles.
Dicho éxito es, en todo caso, un factor visual: demuestra a quienes lo presencian el poder que tiene sobre sus seguidores, y funciona como advertencia de que, de ser necesario, emplearán esa fuerza para alcanzar sus objetivos.
Ante la ausencia de individuos que destaquen por sus ideas al interior de la izquierda mexicana –MORENA, PRD, Movimiento ciudadano- recurren a las movilizaciones, la demostración de poderío en las calles y avenidas.
Y ante la falta de recurso para ofrecer dinero a quienes gritan sus consignas, recurren a la manipulación.
Habría que preguntarse cuántas personas de las que ahora se quejan de la “privatización de PEMEX”, protestaron en su momento por la reforma laboral –argumentando que, de aprobarse, los empleados ganarían 7 pesos la hora y no generarían antigüedad – o por la reforma educativa –que las escuelas serían privadas y a los maestros se les quitaría su plaza-
Ahora que les advierten que van a privatizar el petróleo corren a la calle a manifestarse, sin siquiera cuestionar la premisa o preguntarse si habrán de engañarlos como con las reformas anteriores.
A la izquierda encabezada por López Obrador le urge mantenerse vigente, demostrar que a pesar de haber perdido la elección conserva su poder, y prodiga mentiras a la gente que, al ver amenazado su interés, no duda en salir y arriesgar su integridad.
Las personas que brindan su apoyo creen luchar por el país cuando en realidad está luchando por legitimar a uno cuantos partidos políticos.
La tarea del gobierno será compensar la información retorcida que inunda a la rede sociales y promover los datos fidedignos para que, si el ciudadano decide movilizarse en las calles, sea a partir de la verdad y no de los engaños impulsados por la izquierda mexicana.
Astor Ledezma
@ledezma_astor