Por Astor Ledezma
Bajo la excusa del Arte contemporáneo se justifican, en muchas ocasiones, la falta de talento y aptitud por parte del “artista”.
Obras mediocres se inscriben bajo un concepto renovado y actual con el fin de ocultar la nula imaginación de quien las realiza.
Exposiciones vacías, que ocupan grandes espacios en museos y carecen del mínimo asomo de inteligencia.
Con el pretexto de cuidar el medio ambiente, se emplean desechos inorgánicos para elaborar esculturas que, aseguran, representan una expresión artística. Al final la basura sigue siendo basura pero acomodada en un orden abstracto, privilegiando el supuesto cuidado a la ecología y colocando al arte como un simple medio para conservarla.
Con la excusa de la crítica social, se crean esperpentos que requieren de una gran explicación por parte del artista para ser comprendidos medianamente.
Lo preocupante del llamado arte contemporáneo es que ha significado un referente para que cualquier ocurrencia se exhibida como obra maestra.
La torpeza y el mínimo esfuerzo como herramientas para ejercerlo.
Ya no hay creaciones trascendentes. La vigencia de una obra radica en el tiempo que permanezca en las paredes de un museo. Después llaga otra, y la anterior se olvida.
Cualquier persona que cuestione su obra es tildada de ignorante. Le falta conocimiento, carece de sensibilidad.
Los cuadros, esculturas, al no destacar por su maestría, deben ser defendidas por quien las elabora.
El arte contemporáneo (si podría llamársele así) vendría a ser una mera expresión de la mediocridad.