Por Salvador Hernández Vélez
Hace unos días asistí a un panel en Saltillo, Coahuila para traer a la memoria los “23 años de vida democrática en Coahuila”. Fui convocado por la Junta Local Ejecutiva del IFE del Estado. Se recordó que la primera sesión formal de trabajo, previa a la organización comicial de 1991, se realizó el 16 de febrero de ese año, en la sede que ocupaba en aquel entonces la Junta Local Ejecutiva, en el edificio de la calle de Chihuahua, esquina con el bulevar Venustiano Carranza, en esta ciudad.
Si revisamos los antecedentes históricos del IFE, podemos decir que la tatarabuela de esa instancia electoral es la Junta Empadronadora -encargada de organizar y calificar los procesos para elegir al Presidente de la República y a los miembros del Congreso de la Unión- instituida por la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, promulgada el 5 de febrero de 1917.
Pasaron casi 30 años, para que en 1946 el Presidente Manuel Ávila Camacho promulgara la Ley Federal Electoral y creara la Comisión Federal de Vigilancia Electoral, la que pasó a ser Comisión Federal Electoral. Después de otros 30 años, en la reforma de 1977, se expidió la Ley de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales (LOPPE), cuya principal aportación permitió el ingreso a la vida institucional de fuerzas políticas “no incluidas” y propició su representación en los órganos legislativos. De 1917 a 1977, pasaron seis décadas para reconocer a las otras fuerzas políticas que fortalecieron la vida institucional del país.
La crisis electoral de 1988, propició las condiciones que condujeron a las reformas a la Constitución en materia electoral en 1990. El Congreso de la Unión expidió el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE) que ordenó el nacimiento del Instituto Federal Electoral (IFE) –las Juntas Locales se constituyeron al siguiente año en todos los estados de la República mexicana-, a fin de contar con una institución imparcial que diera certeza, transparencia y legalidad a las elecciones federales.
De 1993 a 1996 se llevaron a cabo los procesos de ciudadanización y despartidización del IFE. En 1993 mediante la reforma al Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales, el Poder Legislativo de la Unión otorgó al IFE, entre otras, las siguientes atribuciones: a) Declarar la validez de las elecciones de diputados y senadores; b) Expedir constancias de mayoría para los ganadores de estos cargos y c) Establecer topes a los gastos de campaña.
Fue en 1994 cuando la reforma electoral de este año instituyó la figura de “Consejeros Ciudadanos”, personalidades propuestas por las fracciones partidarias en la Cámara de Diputados y electos por el voto de las dos terceras partes de sus miembros sin considerar la profesión o título que poseyeran. Hasta esta fecha el órgano electoral era dirigido por el Secretario de Gobernación a nivel federal y en lo estatal lo hacían los Secretarios de Gobierno. De la reforma electoral de 1977 a 1996, pasaron casi 20 años, para que el Congreso de la Unión realizara una nueva reforma electoral al aprobar la modificación del artículo 41 constitucional, así como un nuevo Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales, decretando la autonomía e independencia del IFE al desligar por completo al Poder Ejecutivo de su integración.
Desde hace apenas 18 años los mexicanos hemos tenido un IFE ciudadanizado. A partir del trabajo del IFE, y de la aplicación de sus principios rectores hoy contamos con: una estructura nacional eficaz y eficiente en la organización de los procesos electorales, un padrón electoral confiable y un programa de resultados electorales transparente que han sido la base para la alternancia en la presidencia de la República, para que los ejecutivos federales no cuenten con mayorías legislativas y para que hoy tengamos un mosaico de fuerzas políticas en los tres niveles de gobierno.
Esperamos que la transición del IFE al Instituto Nacional Electoral (INE) sea corresponsable, tersa y adecuada y que permita corregir todas aquellas situaciones que nos ayuden a perfeccionar nuestro sistema electoral. Sin olvidar que la democracia electoral mexicana es muy joven y que sin duda dos de las grandes tareas lo son la democratización de los partidos políticos y el impulso de una gran participación ciudadana en la vida púbica del país.
Salvador Hernández Vélez