Nadie dice nada, todo está bien
POR BRUNO E. ACEVES
Primer Acto
La música suena, las notas de sonidos de tambora, banda, redova y norteño son el común denominador. Historias de sicarios, narcotraficantes, capos, todos presumen pistolas, escuadras, rifles, ametralladoras se han vuelto parte de la cotidianeidad. Nuestros niños, nuestros jóvenes las escuchan, las cantan, las conocen tan bien o mejor como el Himno Nacional. Nadie dice nada, todo está bien.
Segundo Acto
Las redes sociales están llenas de fotografías, adolescentes, jóvenes, todos ellos menores a 25 años, se muestran con botellas, algunas gigantes, otras normales. Presumen refrigeradores atiborrados de cerveza, cubas gigantes, micheladas. Chivas Regal, Buchanan´s, Gran Centenario, Don Julio, Torres 10 las marcas. Los menores de edad las enseñan como trofeo, pero nadie sabe dónde las consiguen o quien se las vende. Nadie dice nada, todo está bien.
Tercer Acto
Lo común es huir de la escuela, es “volarse” las clases, es faltar. Las escuelas privadas han convertido a sus alumnos en clientes a los que no se les puede regañar o expulsar pues se pierde un ingreso. Los padres en vez de exigir al hijo, reclaman al maestro. Los dictadores son preparatorianos y escolapios de secundaria. Los patos le tiran a las escopetas. Las mamás prefieren un 10 de a mentira a un 6 real. Una mascarada. Nadie dice nada, todo está bien.
Cuarto Acto
No es importante que tengas buenos amigos, es importante que tus amigos sean ricos, sean pudientes, tengan auto, aunque sean malos estudiantes, aunque no sepamos a que se dedica su padre, aunque nunca estén en casa, aunque su lealtad sea sólo al dios dinero, aunque sólo te quieran para ser su payaso, aunque te inviten a irte de pinta, aunque sólo importe la apariencia. Nadie dice nada, todo está bien.
Acto final
Ayer, en La Piedad, Michoacán estos cuatro actos antes descritos consumaron una trágica obra que se convirtió en la muerte de un adolescente de 17 años. Al parecer cinco preparatorianos estaban en la casa de dos de ellos cuando sacaron un arma. En circunstancias aún desconocidas la pistola automática se accionó. Uno de ellos cayó de inmediato sin vida. Dos de ellos se fueron a pedir ayuda, nunca regresaron. Los hijos de la dueña de la casa no declaran nada.
La tragedia envuelve a una familia, a una escuela, a una comunidad, al municipio entero. Todos saben del hecho, el hermetismo de las autoridades no abona en nada. Al parecer y con influencias, dos de los involucrados no han rendido declaración ante el ministerio público. Las versiones corren, unos dicen que fue el propio joven quien se disparó, otros que fue jugando. Como quiera que haya sido, hay una vida truncada, habrá un asiento vacío en la próxima graduación.
Somos todos los que hemos guardado silencio, todos somos cómplices. Todos los días permitimos que nuestros jóvenes escuchen música que idolatra a los malos. Todos los días toleramos que las armas que creemos nos darán seguridad, sólo nos brinden inseguridad y peligro inminente. Todos los días fomentamos que en vez de instruir a nuestros hijos, se les maleduque. Todos los días olvidamos la tarea de fomentar los valores.
¿Cómo se llamó la obra?
Nadie dice nada, todo está bien.