Por Astor Ledezma
Todo inició cuando una rubia exuberante de 1.85 metros de estatura decidió participar en el Miss Canadá.
Luego esa chica fue eliminada por no cumplir un requisito: haber nacido “naturalmente mujer”.
Después llegó la demanda; la rubia en cuestión se había sometido a un cambio de sexo, y en sus documentos oficiales constaba su nueva identidad. Los organizadores no tuvieron otra opción que dejarla participar, pues no solo físicamente sino también ante la ley, Jenna Talackova era ya una mujer.
Una vez tomada la decisión, Donald Trump (dueño de Miss Universo) declaró que a partir del 2013 la organización aceptará transexuales.
Una sabia decisión en pro del respeto y la igualdad.
Pero en México las cosas son distintas.
En nuestro país la directora del certamen, Lupita Jones, resultó por demás conservadora: no va a permitir que una persona que no haya nacido con vagina y ovarios participe en el concurso.
Si en “Nuestra Belleza” se valoran la armonía física, el carisma, desenvolvimiento escénico de la participante, etc, me pregunto qué tiene que ver si los genitales son producto de una cirugía.
Pero hay un detalle mayor: que en México es difícil o casi imposible hacer el cambio en documentos oficiales, y que la ley reconozca la nueva identidad de personas transexuales y transgénero.
La decisión tomada en este certamen debería llamar la atención de partidos políticos, que incluyan en su agenda reformas en el código civil para que cualquier persona en ésta circunstancia pueda hacer el cambio de documentos, ya no digamos con el fin de participar en el concurso, si no respetar el derecho que tiene el individuo de modificar su identidad legal.
Esperemos que la evolución se geste no solamente en Miss Universo, sino en leyes de varios países. Es necesario.